jueves, 15 de septiembre de 2011

Venezuela, de arriba a abajo

Tras un mes de voluntariado, de felicidad sin internet, llegó el final, la vuelta a casa de Jimena y mia, la hora de reflexionar y echar la mirada atrás para hacer balanza de cosas buenas y malas.
Voy a intentar sintetizar un mes lleno de sensaciones nuevas y emociones en unas líneas:


Llegamos a Caracas el día 28 de Julio, donde conocimos a los voluntarios venezolanos del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), con los que hemos compartido todo el mes.

Unos partimos a El Nula y otros a Guasdualito, ambas poblaciones en la frontera colombo-venezolana, pues es allí donde el SJR desempeña su trabajo con refugiados.

En el sur de Venezuela nos encontramos con el paisaje llanero, que se puede definir como una sabana verde con una extensión de aproximadamente media España, con estación seca y estación de lluvias, llena de pastos y riachuelos donde el ganado pace.



 Para quien quiera escuchar joropo mientras lee:

Las gentes son muy acogedoras, nunca quedas sin la invitación de quedarte a comer mientras vamos visitando a las familias campesinas de refugiados, asentadas de forma dispersa, a las que se intenta facilitar el acceso a la documentación, comprobar la situación en la que están, y si es necesario, atención psicológica con profesionales.


Al finalizar el día volvemos a El Nula, que es donde vive gran parte de la población de la zona, además de ser el centro de servicios para todas las comunidades campesinas de alrededor.


Como no todos los días se va de visita a las comunidades campesinas, también ofrecimos talleres de autoestima, violencia de género, sexualidad, liderazgo, derechos humanos, huertos ecológicos para colegios y comunidades campesinas, taller de cuentacuentos y alguno más que seguramente se me olvida. 
La variedad de estos talleres es gracias a que en el grupo de voluntarios había dos psicólogas, Anna Katerina y Annie; una abogada, María José, una educadora, Jazira.



Como no todos los días se va de visita a las comunidades campesinas, también ofrecimos talleres de autoestima, violencia de género, sexualidad, liderazgo, derechos humanos, huertos ecológicos para colegios y comunidades campesinas, taller de cuentacuentos y alguno más que seguramente se me olvida. 
La variedad de estos talleres es gracias a que en el grupo de voluntarios había dos psicólogas, Anna Katerina y Annie; una abogada, María José, una educadora, Jazira.


Por otra parte, también está el personal del SJR en El Nula, que en el mes nos coordinó y nos tuteló, pero sobre todo, nos enseñó mucho más de lo que podíamos enseñar nosotros. Gipssy, Saturio, Juan y Lucho era el personal del SJR de El Nula, los que conocían a cada detalle a las personas y lugares. Andreina, psicóloga de HIAS, ONG judía que trabajaba en estrecha colaboración con el SJR. Carmen, nuestra coordinadora, que nos ha entendido y ayudado en cada momento como la que mejor.

Por si fuera poco todo esto, los días que quedaban libres hacíamos una especie de plan vacacional para los niños de El Nula, y preparábamos juegos para todos los que vinieran.
Es a través de los niños por los que se conocen, a veces, muchas de las verdades de un lugar. En cada actitud y cada mirada hay una historia.







Hay muchas cosas más que contar, pero las dejo para que los que estéis pensando en ir de voluntarios las descubráis o para tener algo que contar en el encuentro de Octubre con los demás compañeros voluntarios. 

Gracias por leerme.
Gerardo